Avett Brothers: El bueno y el malo

Avett de apellido y Scott de nombre está sentado en un sofá de piel, dentro del autobús que sale del aparcamiento del Shrine Auditorium en Los Ángeles.

Su banda, los Avett Brothers, acaban de terminar un concierto ante un público del que formaban parte Rick Rubin y Judd Apatow, quien se acercó después para decirles en persona que él, el jefe de toda la nueva comedia yanqui, ha llorado escuchando su música.

Ahora, vestido con un chándal de Adidas y un sombrero de cowboy con plumas, Avett se enfrenta a una gran pila de carteles que debe firmar para los ganadores de un concurso.

Hace una pausa para sugerir una idea de un nuevo telón de fondo para el escenario. «Un lazo amarillo con ‘The Avett Brothers’ será genial. Tenemos que hacernos con eso», le cuenta a su mánager con ronco acento de Carolina.

El apuesto músico de 37 años ha estado intentando entrar en el mundo de la interpretación. Fue a una audición (sin éxito) para dos papeles en el cine – el principal de A propósito de Llewyn Davis, de los Coen, y otro de una película por estrenar sobre una estrella del rock hastiada, aunque Scott admite que no se leyó todo el guión hasta el día del casting con Anne Hathaway. «Es una escena emotiva, y a Anne se le llenan los ojos de lágrimas. Yo pensaba: ‘Oh, dios mío. ¿Cómo hace eso?’.

Era obvio que aquello era demasiado para mí», recuerda para Rolling Stone, mientras el autobús va camino de un hotel de la cadena Holiday Inn. scott-avett-pequeño

Liderados por Scott y su serio y barbudo hermano Seth, de 33 años, los Avett Brothers controlan gastos de directo al dedillo y manejan una alta producción en el estudio. Trabajan duro, sí.

Los Avett pasaron una década tocando pop revolucionado y empapado de bluegrass, antes de abrirse paso con I and love and you (2009), álbum producido por Rick Rubin que dejaba a la vista unas emotivas armonías llegadas directamente de las montañas de Carolina del Norte, lugar en el que crecieron.

«Poseen una forma de música de raíces completamente única y original», asegura Rubin, quien ha producido cada uno de sus últimos tres discos.

«Lo primero que me impresionó fue la sinceridad de sus voces. Creí en ellos».

Su trabajo más reciente es Magpie and the dandelion, que entró en el número cinco de las listas yanquis en octubre del año pasado.

También han girado sin descanso, ofreciendo intensos directos que se desvían hacia gospel cantado a coro, y antiguas baladas que el grupo interpreta reunido en torno a un único micrófono.

Los chicos incluso acompañaron a Bob Dylan en la actuación que diera el de Minnesota en los Grammy de 2011. En la fiesta de después, en el Hotel Beverly Hills, Seth consiguió acercarse a Dylan cuando éste se encontraba en un rincón con una mujer. «Dijo: ‘Deberíamos repetirlo
alguna vez», recuerda Seth. «¡Como si yo pudiera llamarle sin más!».

Scott para de firmar y se queda mirando a uno de los carteles, unas láminas autodiseñadas con una urraca sobre un fondo de color rosa brillante. «¿Avett Brothers? ¿En serio?», dice, con cara de póquer. «¿Quiénes son? ¿Unos imitadores de Mumford & Sons?».

El resto del bus rompe a reír. Está haciendo referencia a una reciente reseña canadiense que tachaba a los Avett de «mumfordianos». Si hay una nota a pie de página en su éxito, es esta comparación, que siempre vuelve: el año pasado, en un aeropuerto de Irlanda, una chica los llamó
«imitadores de Mumford» a la cara. «Yo pensaba: ‘¡Ni siquiera nos parecemos a ellos!», recuerda Scott.

De hecho, los Mumford probablemente no existirían sin los Avett. Durante la grabación de su debut, Sigh no more (2009), la formación inglesa escuchó el álbum independiente de 2006 de los Avett, Four thieves gone, «tres, cuatro veces al día», aseguró Winston Marshall, encargado del banjo de los Mumford. «Sigo sin poder sacármelo de la cabeza».

Bien es cierto que Scott y Seth Avett tuvieron la educación rural sureña con la que los Mumford sueñan. Los hermanos aún viven a menos de dos kilómetros de distancia de la granja de 24 hectáreas donde crecieron en Concord, Carolina del Norte. Los Avett son una familia próspera y respetada: su abuelo era el predicador metodista local, y su padre, Jim, estuvo al frente de una exitosa empresa de soldadura durante 35 años.

Jim Avett es un tipo duro y excéntrico, con la voz autoritaria de un evangelista radiofónico. En su casa hay unas 70 guitarras antiguas y cientos de libros de historia de América; durante nuestra charla, cita a todo el mundo, desde Davy Crockett hasta Napoleón, advirtiendo en un
momento dado sobre una inminente guerra de clases. «Habrá una revolución. Y espero que estés preparado. Yo he hecho todo lo posible por prepararme, porque se acerca», sostiene.

Scott ve a su padre como un vaquero. Cuando Scott tenía 12 años, Jim se enteró de que un antiguo empleado planeaba robar a la empresa familiar. «Cogió un revólver y me dijo que subiera a la camioneta. Yo pregunté: ‘¿Qué vamos a hacer?’. Dijo: ‘Si pasa cualquier cosa, aquí está la
pistola», recuerda Scott.

Los hermanos eran atléticos (Scott contempló la idea de una carrera en el fútbol universitario), pero principalmente competían entre ellos. Aún discuten por todo, desde la ropa (Seth se presenta a un concierto con traje, Scott con una camiseta), hasta los repertorios de los directos. «Tenemos enfrentamientos tensos. Suele ser un tema de liderazgo: ‘¿Quién manda aquí?», comenta Scott.

Rubin asegura que la tensión entre Seth y Scott es el motor de la banda. «Scott tiende a componer y cantar los temas más oscuros, mientras Seth interpreta el papel del optimista», cuenta Rubin. «Viven la vida con intensidad».

En su adolescencia, los hermanos tocaron en bandas de hard-rock tras descubrir a Nirvana y Soundgarden; en un momento dado, Scott tuvo la mala suerte de rapear en una banda de nu metal. Las cosas cambiaron para Seth cuando su padre le llevó a casa de un conocido, Doc Watson, el
maestro ciego del punteo. «Su forma de tocar ha sido una de las cosas más poderosas que he visto nunca. De repente, la acústica se convirtió en una opción razonable», asegura Seth.

Scott estaba estudiando radio y arte en la Universidad de East Carolina (ha sido dueño de una galería de su ciudad natal durante una década), cuando se compró un banjo. Un amigo les presentó a Bob Crawford, un fan de los Grateful Dead que había pasado su veintena a la deriva, entre
extraños empleos. Se acababa de comprar un contrabajo y, tras improvisar con los Avett la tradicional Going down the road feeling bad en un aparcamiento, le invitaron a unirse al grupo. A partir de ahí, pasaron años en la carretera, durmiendo en todas partes, desde campings hasta la casa de un camello, dando conciertos en bares de topless y parques de caravanas. Creyeron haber llegado a la cima en 2004, cuando cada uno cobró algo más de 4.000 euros por todo el año.

Los hermanos Avett todavía comparten habitaciones de hotel. «A mucha gente le parece raro, pero es económico», cuenta Scott. Y pese a contar con un equipo de 15 personas, Joe Kwon –el chelista coreano que se unió a los Avett en 2007– es quien reserva billetes de avión y hoteles.

«Puede ser frustrante», comenta Kwon, recordando una tarjeta de crédito que dio error minutos antes de un concierto. «Es un dolor de cabeza. Yo pensaba: ‘No puedo lidiar con esto ahora. Tengo que salir al escenario'». seth avett-joven

Es lunes por la tarde y el grupo se relaja en el backstage del programa The tonight show. La actriz Jennifer Carpenter –Debra Morgan en la serie Dexter–, comparte un largo abrazo con Seth antes de desaparecer juntos por un pasillo.

En junio de 2013, los Avett fueron lanzados al mundo del corazón y los cotilleos de sites como TMZ y Perez Hilton cuando Seth anunció que se separaba de su mujer. Las páginas de chismes aseguraban que estaba saliendo con Carpenter desde 2011. Los fans se tiraron a la yugular. («Ha abandonado los valores familiares de Carolina del Norte por el dinero y la fama de Los Ángeles», decía un comentario), probablemente debido a lo saludable de algunas de sus letras: la balada January wedding, una favorita de los fans, es una oda al primer matrimonio de Seth.

«En aquellos momentos, llegué a una conclusión: ‘Tío, si nuestros fans creían que éramos mejores que cualquier otra persona, esto es lo mejor que me ha pasado nunca». Lleva diez años casado con una exenfermera de Carolina del Norte. «Si se presentara la tentación de otra persona o algo, simplemente hay que apartarse. No es más que fingir. No es real, ¿cómo podría acabar bien?». Tampoco ayudó que la web Radar Online contase que el antiguo batería del grupo, Jacob Edwards, fue despedido tras enfrentarse a Seth respecto a la aventura. «Eso era una locura.

Simplemente no funcionaba en la banda», sostiene Scott. Resulta fácil establecer una relación entre el divorcio de Seth y The arpenter (2012), un disco que incluye amargas despedidas (I never knew you) y baladas sobre encontrar el amor en tiempos oscuros (February seven). Algunos fans piensan que el título tampoco fue accidental. «Gran título para un álbum, ¿verdaaad? 😉 «, tuiteó Carpenter hace dos años. («Es pura coincidencia», jura Seth).

Pasada la medianoche, el autobús de la banda llega al Holiday Inn. Scott sale y se mete en la niebla, con una gran bolsa de lona y un maletín de ordenador a cuestas. «Un buen día de trabajo sienta bien. No hay nada peor que un día improductivo», comenta. Mientras atraviesa el aparcamiento, empieza a pensar en el legado de los Avett. «Puede que llegue un día en el cual la gente vea todo esto más o menos de la forma que ven algo como la gira Rolling Thunder de Dylan: fue una época emocionante. Lo que hacemos puede afectar y emocionar a la gente».