Alberto, el ermitaño que esculpió una montaña

La inquietud por ser artista le vino casi que por inspiración divina asegura Alberto, un artista ermitaño de la selva esteliana.

El anciano de 76 años de edad, cuenta que el día de su cumpleaños número nueve, su papá lo mandó a dormir y esa noche soñó que estaba haciendo esculturas, en aquel entonces no supo qué significaba el sueño pero nunca lo pudo olvidar, lo seguía como una señal de que era a lo que debía dedicar su vida.

Hoy por hoy, don Alberto, el hombre más popular de los alrededores del El Jalacate, posee el gran don de esculpir una roca virgen. El ágil anciano todas las mañanas camina un kilómetro cuesta arriba, hasta lo alto de la montaña donde lo espera su lienzo y la piedra en la que desde hace 38 años está tallando imágenes que vienen a su cabeza. Actualmente lo que todo fue un sueño es una realidad.

Turismo de montaña

Alberto a pesar de su timidez, con su arte ha maravillado a centenares de turistas que lo visitan para conocer su trabajo. Éste se casó solo con su talento y la belleza del paisaje de los bosques de Estelí, cuestión que lo inspira en todas sus creaciones.

Entre las figuras talladas en lo alto de la montaña se encuentran grandes elefantes, tigres, camellos, personajes famosos y hasta mapas de la visión de este artista sobre Nicaragua.

De pequeño Alberto cuenta que iba con su papá a dejar frutas. «Así conocí muchas ciudades, entonces con esos recuerdos de mi cabeza yo dibujo los mapas», comenta el anciano, quien se vale de una roca y tres cinceles artesanales para trabajar a diario durante unas tres horas seguidas.

En medio de sus conversaciones con los visitantes su mirada se pierde en el paisaje, justo frente a sus murales ubicados a 1,350 metros sobre el nivel del mar, frente al Diamante de Las Segovias.

Don Alberto dice adiós a todos los visitantes con una mirada de nostalgia, pues asegura que se ha dado cuenta que también hay otros «enamorados de la montaña», y eso lo tiene inspirado.

Por eso, todas las mañanas después de terminar sus horas de labor, se sienta en su casita, recordando a la gente que lo visitó y esperando a los que están por llegar.

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Redacción Central