3 cosas por las que debes dejar de preocuparte por siempre

Es normal que hoy día nos preocupemos literalmente por todo. Vivimos en un mundo tan estresado y lleno de responsabilidades que el pensar en que no tenemos ninguna preocupación ¡nos hace preocuparnos más! Nos sentimos que si no estamos en la continua búsqueda de una solución, quizás no somos lo suficientemente ambiciosas para conseguir nuestras metas.

Y puede que esas sensación de preocupación sea incluso buena en al aspectos de tu vida (pero sólo un poquito) pero no tienes que convertir en un patrón inquietarte por aquellas cosas que puedas o no puedas controlar.

Aquí te dejamos 3 sencillas situaciones por las que debes dejar de preocuparte ya.

Cuando el tráfico no avanza

A todas nos ha pasado: estás tarde para algo, y de repente, el tráfico te juega una mala pasada y deja de moverse; o el autobús no llega; o el subterráneo se retrasa. Pero la verdad es que no importa cuántas veces toques la bocina o lo fuerte que suspires y voltees los ojos cuando el autobús no llega, ya estás tarde y no puedes hacer más nada. Puede que tu jefe se moleste pero probablemente, si saliste a tiempo, habrá otras personas que también ¡vayan a llegar tarde como tú!

Así que estos momentos puedes usarlos para calmarte, meditar en vez de estresarte por un carro que no se mueve delante de ti.

No hacer el ejercicio diario

Puede que seas súper activa o que estés en un plan para perder peso. Pero es más común de lo que tu preocupación te deja ver. La alarma no sonó, estás súper más cansada de tanto trabajo, dormiste mal porque tu pareja te dio un concierto de ronquidos. Sea cual sea la razón y no puedas ir a ejercitarte un día, pues listo, no lo hiciste. No se perdió nada. No vas a engordar 10 libras por no hacerlo.

Además que hacer ejercicio cuando andas súper apurada o súper cansada puede llevarte a lesionarte y eso sí te obligará a suspender tus ejercicios por largo tiempo. Tomate una pausa, recarga energías y vuelve mañana con toda la fuerza.

Gastaste de más

Una oferta que no podías resistir, esos tacones tenían tu nombre, de verdad «necesitabas» esas botas rojas que te llamaron toda la semana. Puede que sí, te excediste en tu presupuesto, pero el estar preocupándote por ello no va hará que el dinero se devuelva a tu cuenta mágicamente o que las deudas de tus tarjetas de crédito se paguen solas.

Invierte todo ese tiempo de preocupación en planificar un sistema de ahorro para los próximos meses donde no gastes en nada extra que no sea una emergencia (y no, los zapatos no entran como emergencia en ningún libro).

No es difícil dejar de pensar en esas cosas que no puedes cambiar como las que te acabamos de presentar. Lo mejor es que aprendas a ceder el control o simplemente asumir que las cosas pasan, porque pasan, aunque te preocupes mucho por ellas.