«Odio» al «rey» Macron aumenta en Francia

emmanuel macron

"Cree que es Dios". "Es el rey". "No ve más allá de sus narices". En los piquetes en toda Francia, el "odio" al presidente Emmanuel Macron alimenta la cólera de los "chalecos amarillos".

"Emmanuel Macron es un niño al que siempre le han dicho 'que es el mejor'. ¡El tipo cree que es Dios!", afirma indignado Claudio, un albañil de 47 años y padre de cuatro hijos, de pie junto a una pila de paletas en llamas fuera del depósito de combustibles de Le Mans (oeste).

Como muchos de los manifestantes, Claudio -que se niega a dar su apellido- compara la explosión de cólera que vive Francia con la Revolución Francesa de 1789. "Merece que le corten la cabeza, simbólicamente, claro", añade.

El alza de los gravámenes a los carburantes, el aumento de los impuestos y la pérdida del poder adquisitivo hacen parte de la larga lista de dolencias de los "chalecos amarillos" que manifiestan desde hace tres semanas, a veces en medio de la violencia.

Pero, además de esto, el blanco principal de este movimiento -en el que según una encuesta hay una fuerte representación de electores de la líder de extrema derecha Marine Le Pen y del de la extrema izquierda Jean-Luc Mélenchon-, parece ser el propio presidente.

 

Exbanquero de inversiones del banco Rothschild, el jefe de Estado más joven de la historia de Francia, arrastra una imagen de "presidente de los ricos", especialmente después de que eliminó, apenas llegó al poder, un impuesto a las mayores fortunas de Francia.

 

Apodado "Júpiter", en referencia al 'dios de los dioses', una apelación que él mismo usó, ha sido criticado repetidamente por sus declaraciones consideradas desdeñosas. Una vez llamó a manifestantes desempleados a ir a buscar un trabajo "en lugar de causar alboroto" y en otra ocasión prometió que no cedería en sus reformas, "ni ante los vagos, ni ante los cínicos, ni ante los extremos".

En una visita sorpresa el martes a Puy-en-Velay, una localidad del centro de Francia, en donde un edificio oficial fue incendiado en las protestas del sábado pasado, el presidente fue abucheado a gritos de "¡Dimisión!".

– 'Furia' –

 

El calificativo que más utilizan los "chalecos amarillos" para definir a Macron es "arrogante". El gobierno está "desconectado de la realidad, de la base, de los franceses", estima Yves Garrec, uno de los portavoces de este movimiento popular que nació en las redes sociales.

"El verdadero problema es Macron. La gente ha desarrollado un odio hacia él, yo la primera", cuenta Marine Charrette-Labadie, una desempleada de 22 años en Brive (centro).

En un peaje a la salida de la autopista A50 en La Ciotat (sureste), Josette, una jubilada de 65 años, se lamenta: "siento odio contra ese hombre y eso que voté por él en la segunda vuelta".

"Es el rey. No ve más allá de sus narices", abunda furioso Philippe, de 74 años, y principal organizador de un grupo de "chalecos amarillos" que filtra regularmente el tráfico en la región de Le Mans.

"No es nada nuevo que la ira converja en el presidente", estima un allegado a la presidencia. La diferencia, para el especialista en comunicación Philippe Moreau-Chevrolet, es que "Emmanuel Macron se posicionó, desde el inicio de su mandato, en un juego de dos: el presidente y los franceses".

Esta política, "sin los cuerpos intermediarios, prácticamente solo, con un entorno inexperimentado", desemboca, según él, "en un diálogo tenso".

Emmanuel Macron "que sistemáticamente mira desde arriba a los franceses -es la sensación que da- arroja leña al fuego", analizaba recientemente para la cadena Public Sénat Flore Santisteban, especialista en movimientos sociales en Sciences Po (Ciencias Políticas) de Paris. "Y por lo tanto cristaliza una forma de odio", que incluso "ahora es más que odio. ¡Es furia!".