Sequía ahoga en el hambre al Corredor Seco de Guatemala

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Rosita hace tortillas de maíz frente al comal de su casa en San Andrés, Moyuta, Jutiapa en Guatemala. 

Trata de que la masa alcance: el 80 % del grano de maíz se perdió con la sequía de este año. La mujer, de 31 años y tres hijos, lleva toda su vida intentando sobrevivir con lo poco que la tierra produce por las constantes sequías en el llamado Corredor Seco de Guatemala.

En los campos a la entrada de la aldea San Andrés, lo que antes eran copiosos maizales ahora son paisajes áridos, estériles, yermos, desérticos. La última cosecha se perdió casi en su totalidad.

Luis, un agricultor y jornalero de 50 años, dice que de 35 quintales de maíz que plantaron para este año la mayoría de las familias solo pudieron obtener tres.

“El fríjol fue peor. Casi que se perdió todo. La gente no tiene que comer”, recuerda Luis mientras sostiene una mazorca de maíz tan pequeña y tan seca que ni los insectos quieren comerla.

Según el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, Moyuta es uno de los municipios más afectados por la sequía de este año. Y es por ello que está entre los prioritarios para aplicar los sistemas de reacción de emergencias, un proyecto al que junto con la Embajada de Alemania destinó casi US$2 millones para una respuesta inmediata.

 

El dinero sirve para dar charlas educativas sobre nutrición y planificación familiar. También para entregar US$150 da cuatro mil 680 familias de 57 comunidades en dos pagos. Con esta cantidad, entregada principalmente a las mujeres de las familias, se les recomienda comprar comida en el mercado local y se les coloca un dibujo de una pirámide alimenticia adaptada a la región en las bolsas donadas para que puedan comprar los alimentos más adecuados.

Según el PMA, se calcula que cada familia tiene cinco integrantes, así que la ayuda llegaría a casi 23 mil 500 personas de la región. Aunque parezca mínimo, este dinero bien utilizado permite a las familias el consumo de calorías y vitaminas importantes. Básicas para sobrevivir a la miseria y el hambre de una sequía anunciada.

En el mercado de Moyuta, bajo un calor asfixiante y un sol en su punto cenit, las mujeres y un par de hombres de la aldea hacen valer cada centavo de la ayuda recibida. Rebuscan entre los vegetales y las legumbres los más jugosos y baratos. Regatean a los vendedores para proveer sus casas de comida saludable.

“Antes me gastaba el dinero en comida chatarra (refrescos con gas, papa fritas de bolsa o dulces), pero ahora en la municipalidad me han ayudado a elegir la mejor comida para mis hijos”, comenta Magdalena, una mujer de 36 años y madre de cuatro hijos que está eligiendo tomates. Los más rojos y grandes.

En San Andrés, una pequeña comunidad de 490 habitantes, la ayuda ha sido recibida con agrado. “La tierra está seca, a las mazorcas ya casi no se le sacan granos, tampoco hay trabajo de jornal. Cada ayuda es importante”, dice Felipe Galicia, un jornalero de 45 años.