A Joaquín Sabina le importa «un carajo» su trascendencia

A Joaquín Sabina le importa «un carajo» su trascendencia y lo único que le gustaría es haber dejado tras su muerte unas 16 canciones de las que no se avergüence y que hayan cruzado el mar, aseguró este martes en una entrevista con EFE en Panamá.

«Me importa un carajo mi trascendencia -asegura el artista-, lo único que me importa es que cuando me muera deje al menos 16 canciones que no me den vergüenza y hayan cruzado el mar, pero lo que pase después de mis cenizas te aseguro que no me importa lo más mínimo».

Empeñado en definirse como «un cateto de Úbeda», a sus 66 años, tras publicar una veintena de grabaciones de estudio, de las que ha vendido más de diez millones, y escribir nueve libros, cree «un milagro haber cruzado el Atlántico y cantar más veces en México y Buenos Aires que en España».

Hijo de la llamada canción protesta durante la transición a la Democracia en España y del posterior movimiento pop conocido como la «Movida Madrileña», Sabina considera, sin embargo, que su exilio en Londres durante los años 70 ha sido lo que hasta ahora más ha marcado su trayectoria artística.

«Nunca había salido de España -recuerda-, ni me había subido a un avión, y para mí Londres era el planeta Marte, donde me vi cantando en restaurantes y donde vi a Bob Dylan en el Albert Hall y asistí al (mítico) concierto de los Rolling Stones después de la muerte de su guitarrista Brian Jones».

«Cuando volví a España -continúa-, muerto el general Franco, que tardó demasiado en morirse, yo ya me daba cuenta de que esos cantautores de barba nazarena que convertían la canción en una especie de sermón no iban a marcar mi camino; así que tuve la suerte de huir del panfleto que hubiera hecho si me hubiera quedado en España».

«Y como venía con Dylan y los Rolling en la cabeza, que me la habían vuelto al revés, me dediqué a uno de los trabajos que más seriamente me he planteado en mi vida: hacer eso que yo amaba en un español que no fuera un argot de chicle de mascar y tirar sino que tuviera una cierta calidad poética sin olvidar el lenguaje de la calle», explica Sabina.

Devoto de Bob Dylan, el cantautor español opina que a ese artista estadounidense «hace años ya le debían haber otorgado el premio Nobel de Literatura». «Y a Leonard Cohen también», agrega.

Los «héroes de la canción» de Sabina, que actualmente se siente «bastante desconectado», «siguen siendo los mismos». El cantautor se lamenta de que «antes estaba mucho en la calle, en los chiringuitos donde se cantaba, pero ahora no».

«Yo sigo buscando el Bob Dylan español, el Leonard Cohen español, el Goerges Brassens español, el Ruben Blades español..», confiesa el autor de canciones como «Calle Melancolía», Pongamos que hablo de Madrid» o «Peces de Ciudad», está última su favorita junto a «Y sin Embargo».

En el terreno de la literatura, asegura que «sí he leído últimamente buenos poetas de 30 años, aunque olvido los nombres; será porque me interesan más lo que dicen que cómo se llaman», explica y se declara más lector de poesía e historia que de novela.

Sabina reivindica su austeridad, en lo que la fama a hecho de su vida y sus costumbres, y asegura que su único patrimonio es «una espléndida biblioteca».

«Mi sueño erótico es ser invisible, porque a mí me gusta mirar y no que me miren», concluye.

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EFE