Que no hacer en tu noche de bodas

1. Ahórrate el sexo oral

A menos de que tu chico tenga muchísima energía el sexo oral puede ser literalmente lo último que hagas. En una noche tan ajetreada será muy difícil que logres despertar a tu nuevo marido lo suficiente como para seguirte divirtiendo. Si lo aplicas, úsalo sólo como juego previo.

2. No le hagas el feo al misionero

Es una posición que seguro te llevará a donde quieres llegar con el mínimo esfuerzo. Además, es mucho más íntima que otras posturas porque te permite ver a los ojos a tu nuevo marido. ¡Aprovecha hasta la última gota de ese maquillaje carísimo!

3. No experimentes

Esta no es una regla, es un tip. Si tienes ganas de ponerte juguetona en la cama y buscar formas nuevas de placer (como el sexo anal) tendrás mucho tiempo para hacerlo tanto en la luna de miel como una vez que regreses a casa con tu nuevo marido. Este es un día perfecto para conectar emocionalmente con tu pareja, lo meramente carnal puede venir después. Aunque el sexo es un acto muy íntimo no importa con quien lo practiques, algo que pueda potencialmente ser doloroso para ti es mejor que lo intentes cuando no tengas que viajar al día siguiente.

4. No te quites el vestido

Esto depende claro de qué tan cansada estas, cuántos botones tiene tu vestido y qué tan apegada te sientes a él. Si los dos están exhaustos, tu vestido tiene una tira doble de botones que va del cuello al coxis y de todas formas tienes planeada una sesión de «trash the dress» por qué no sacarle el máximo provecho y (si la forma del vestido lo permite) tener sexo por primera vez con tu marido sin quitártelo. Así no matarás el romance en los 20 minutos que se tardará en sacarte de él.

5. No te presiones

En serio, no pasa nada si no tienes ganas de arrancarte la ropa en ese momento. Prepara por si las dudas la botella de champagne, pero si al momento de llegar al cuarto estás segura de que te vas a quedar dormida a la mitad (o tu marido se la pasó tan bien en la fiesta que sabes que se va a marear con el movimiento) no es pecado dejarlo para después. Mientras más presión le pongas al momento menos lo disfrutarás. ¡Déjalo fluir!