¿Qué sucede cuando dejas de fumar?

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Una de las peores decisiones que puede tomarse en la vida es la de encender un cigarrillo. 

Aunque uno no se de cuenta de ello, el cerebro se engancha a la nicotina desde la primera calada. Lo curioso es que es algo que suele resultar desagradable, pero a partir de ese momento no hay salida.

 Estamos atrapados por el tabaco. Por eso, si se es fumador, una de las decisiones más sabias que puede tomarse es la de abandonar el hábito. No es fácil. Supone un desafío titánico, al alcance de una minoría.

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El tabaquismo es una de las principales causas de muerte evitable en el mundo.

 Tiene sus pequeños 'efectos adversos', como los kilos de más que se ganan durante un tiempo; pero las ventajas para la salud son muchísimo mayores, enormes, según recuerda el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo.

Primer mes sin tabaco

Entre la ansiedad y la mejoría general

Si apagó el último cigarrillo la noche anterior, cuando despierte descubrirá que su presión arterial y el ritmo cardiaco han descendido. El proceso de regeneración del cuerpo ha comenzado. Pasadas esas ocho horas, la cantidad de monóxido de carbono en sangre ha bajado.

El monoxido de carbono es un gas presente en el humo de los cigarrillos que dificulta que el oxígeno entre en los pulmones y la sangre. Como consecuencia, su acción puede provocar asfixia por falta de oxígeno. 

Otra cosa que, de manera paralela, ha ocurrido durante el sueño es que la sangre se ha oxigenado hasta situarse en niveles normales. En esas ocho primeras horas, por tanto, el riesgo de infarto ha comenzado a disminuir.

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El día 2 las ventajas se acumulan. Comienzan a recuperarse los sentidos del olfato y el gusto y mejora el aliento. ¡Bienvenida la comida de siempre, que sabe como nunca, y adiós a la halitosis del fumador! Los dedos comienzan a perder el color amarillento que le proporcionan las sustancias inherentes del tabaco. Se siente muchísimo más sano, por dentro y por fuera.

Como contrapartida, tendrá que luchar contra sus propios demonios. El síndrome de abstinencia provocado por la falta de nicotina le provocará irritabilidad, somnolencia, fatiga, problemas de concentración, ansiedad, trastornos del sueño, aumento de peso… 

También tos, náuseas, estreñimineto, dolores de cabeza. Deseará volver a fumar con todas sus ganas. El 'mono' es mayor en las primeras 24 ó 48 horas después del último cigarrillo, pero no desaparecerá hasta que transcurran, como mínimo, una o dos semanas. Ánimo, lo está consiguiendo.

Un año libre de humo

Menos resfriados y un sexo mucho mejor

El desafío continúa. Los servicios de salud, en unas comunidades mejor organizado que en otras, ofrecen la posibilidad de participar en grupos de autoayuda y también medicación financiada, que le servirán de soporte. 

Le impulsará descubrir que pasado solo un mes se ve con mucha más energía. Respira mucho mejor y la sensación de congestión nasal y catarro permanente que acompañan a los primeros días sin tabaco comienza a desaparecer.

La aparición de catarros, así como las úlceras en la boca que salen cuando se deja de fumar parece que se deben, según algunas investigaciones, al efecto antibacteriano que produciría el tabaco. Es una teoría. Se pasa pronto.

De hecho, en los siguientes ocho o meses, descubrirá que sufre el efecto contrario: tiene menos resfriados y también menos enfermedades en general. Su riesgo de infarto, cerebral o cardiaco, se reducirá a la mitad. Su sangre circulará mejor y su deseo sexual, sea hombre o mujer, también se despertará. 

Ambos tendrán mejores orgasmos. Además, si es varón, mejorarán sus erecciones; y si es mujer y ha decidido quedarse embarazada, su bebé se lo agradecerá. Tendrá menos problemas de parto prematuro, aborto espontáneo o de bajo peso al nacer.

Diez años después

Superado el primer año sin tabaco, la guerra personal está vencida, siempre que uno no se deje llevar por la tentación que, para muchos exfumadores, representa respirar el humo de la marca que lo atrapó. Al culminar la primera década, su riesgo de cáncer de pulmón o páncreas será un 30% o un 50% menor. Y en unos años más, en torno a quince, su riesgo de cualquier cáncer será similar al de alguien que nunca haya fumado.