Templos, pastores y creyentes por el bien común desde la fe compartida

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1- Los templos son espacios comunes para el encuentro entre los creyentes, y en el recogimiento de la oración, con Dios, según la fe, para fortalecer la esperanza, con buena voluntad y compromiso cristiano. 

2- La congregación de creyentes en una comunidad, es diversa en cuanto a opinión política, origen social, prácticas culturales, ocupación, intereses y otros rasgos. Esa diversidad coexiste a partir de la fe que profesan, del respeto por las diferencias y de relaciones que, desde la doctrina y el liderazgo religioso, promuevan lo que nos une, para convivir y compartir el espacio y los ritos sin sesgo, sin provocar ni exacerbar diferencias que agudizan contradicciones y generan violencia, que fragmentan y dañan la comunidad.

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3- Es responsabilidad ineludible de las iglesias y sus guías espirituales auténticos construir y fortalecer la convivencia y la caridad, impulsar la armonía social con equidad, justicia, buena voluntad y por el bien común.

4- Cuando el pastor o presbítero sesga su misión, se vuelve oportunista o agitador político, complice de destrucción, contradice su propósito, no está al servicio de la iglesia colectiva que integramos todos; puede provocar que los otros, juntos en las coincidencias de la fe, lo desconozcan y reclamen su derecho en el espacio común que pertenece a los creyentes de la comunidad: el templo y la fe que no puede ni debe ser “secuestrada” o “tomada” para propósitos ajenos y contrarios a su naturaleza.

5- Permitir que ocurra puede generar irrespeto y violencia, confronta a los grupos. No es sano el discurso ni la práctica que desde el púlpito, obviando la diversidad política de la comunidad eclesial, asuma posiciones política excluyentes, menos cuando llama a violencia y odio entre hermanos de la fe y compatriotas. Ello dividirá y llevará a mayor provocación entre la comunidad cristiana.

6- Cristianos creyentes de buena voluntad y líderes religiosos auténticos promueven la paz y la convivencia, la solución pacífica de los problemas, la reflexión serena, contribuyen a ello desde la fe común, sin parcialidad ni provocación, sin odio ni violencia, por el bienestar común. “Por sus frutos los conoceréis”. 

Paz y bien.