La enésima reinvención de Britney Spears

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En los 20 años de carrera de Britney Spears hay muchas imágenes que han quedado en la memoria pop colectiva. Pero cuando se habla de su estilo hay una muy recurrente porque resume y define el cambio de siglo estéticamente: es esa foto en la que Spears y su entonces pareja, el cantante Justin Timberlake, aparecen vestidos de la cabeza a los pies en tejido vaquero, denim. Ella llevaba hasta el bolso vaquero y él un sombrero cowboy.

En esta foto probablemente pensarían los directores creativos de Kenzo, Carol Lim y Humberto Leon, cuando decidieron que Britney Spears sería la imagen de La Collection Memento No. 2. Una colección cápsula creada a partir del archivo de la marca buscando prendas icónicas. Para ilustrarla también necesitaban “un icono” que representara esos valores vintage: “Britney es un icono y la reina del denim para mí”, dijo Humberto Leon en el lanzamiento de la campaña esta semana.

 

Para Spears este contrato es el primero que firma en toda su carrera con una marca de moda importante. En su momento álgido fue imagen de Candie’s y Skechers en moda, pero su contrato más lucrativo fue con Pepsi. Además, en 2004 lanzó su primer perfume con Elizabeth Arden, una asociación rentable que va ya por la colonia número 24, lanzada a principios de este año. Sin embargo, las firmas de moda o cosmética de lujo siempre se le habían escapado. O ella les había dado la espalda. “Es interesante porque si piensas en su carrera, podría haberse unido a muchas marcas. Podría haber sido la imagen de miles de ellas, pero no. Esta es la primera vez que lo hace, por lo que es un honor para Kenzo”, ha dicho Leon.

La campaña de Kenzo, fotografiada por Peter Lindbergh, "otro icono" para la firma, llega poco después de que la cantante confirmara su nueva gira este año y de que salieran a la luz las exitosas cifras que consigue con el show que ofrece desde hace cuatro años en Las Vegas como residente. Con la intención de reconectar con sus fans —y recuperar su carrera tirando de nostalgia—, Britney Spears montó en 2013 un espectáculo en el teatro Axis del Planet Hollywood Resort de Las Vegas. Pensaba estar dos años con él, pero tras el apabullante éxito, en 2015 renovó y en la Nochevieja de 2017 cerró las 248 actuaciones con el cartel de completo y una recaudación final de 137,7 millones de dólares.

Atrás quedan sus peores años en los que alcanzó la cima de la decadencia con otra imagen clave en su carrera: Britney Spears rapándose el pelo en 2007. Después vino su casi ingreso en prisión por un accidente de coche del que salió corriendo; sus dos entradas en rehabilitación y la pérdida del control de su patrimonio por su desequilibrio psicológico. De 2008 a 2016 su padre, su hermana y su abogado estaban a cargo de las decisiones importantes en su vida o economía.

 

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Y, sobre todo, quedó atrás el mediático divorcio que vivió con Kevin Federline, su segundo marido y padre de sus dos hijos. El que fuera su bailarín se acabó quedando con la custodia completa de los niños coincidiendo con el derrumbe de Spears.

Todo en su vida ha sido controvertido. Se catapultó con la imagen de adolescente virginal a la vez que vendía sexualidad. “Fue una inocencia de ojos abiertos y una seductora mundial, icono de lo cool y ejemplo de cristiana conservadora”, escribió Sady Doyle en su libro sobre Spears y sus contemporáneas en la fama. “Era ambas cosas o ninguna. Ella siempre tenía que ser todo y nada”.

Y en esta dualidad continúa. No hay una buena noticia sobre Britney Spears que no venga acompañada de polémica. Las mismas fotografías para la campaña de Kenzo han generado más ruido por los retoques digitales que le han hecho en la cara que por la celebración del contrato con la marca. Su éxito profesional y económico viene acompañado con las nuevas batallas legales con su ex, Federline. Spears tiene libertad de visitas, él mantiene la custodia de los dos hijos, pero ahora le reclama una pensión alimenticia más alta; a lo que ella se ha negado.

Sin embargo, y a pesar de todo, Britney Spears está disfrutando de su nueva pareja, Sam Asghari, y de su nuevo renacimiento. Lo demuestra casi a diario en Instagram, el último lugar en el que ha triunfado. Con más de 19 millones de seguidores, la exniña prodigio de la factoría Disney (donde coincidió con Timberlake, Ryan Gosling o Christina Aguilera) ha encontrado en esta red social una nueva plataforma en la que reinar siendo ella misma. Si con el show de Las Vegas demostró que podía seguir cantando y actuando —de ahí las dos giras seguidas que lleva—, en Instagram ha recuperado su halo de icono. Lo mismo pinta un cuadro (y lo vende por 10.000 dólares) que hace desfiles de moda caseros o manda mensajes filosóficos. Está llenando la Red y a los fans de nuevas imágenes. Algunas podrán quedar registradas en la memoria colectiva. Es la nueva Britney

 

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