Un emotivo «viva, viva» rompió entre los aplausos que acompañaron el último recorrido de Francisco en Roma, desde la basílica de San Pedro hasta Santa María la Mayor, donde fue enterrado. A bordo del papamóvil, su féretro cruzó 4 kilómetros de la Ciudad Eterna, pasando por lugares icónicos como el Coliseo y los Foros Imperiales.
Una gran pancarta con el mensaje «Grazie Francesco» colgaba frente a la basílica. El aplauso se transformó en un profundo silencio cuando el féretro desapareció tras las puertas de la iglesia del siglo V. Algunos asistentes, como una pareja que lloraba sin apartar la mirada, vivieron el momento con gran emoción.
Romina Cacciatore, quien llegó con su familia a las seis de la mañana para conseguir un buen lugar, compartió su conexión especial con el papa: su hijo nació el mismo día que fue elegido y lleva su nombre. Romina guarda con cariño un rosario que Francisco le regaló en una audiencia. «Era un ser de luz», expresó.
El entierro privado duró apenas media hora, pero la multitud permaneció cerca de la basílica mucho más tiempo.
Homenaje al Papa Francisco

A partir del domingo, el público podrá visitar la tumba. María del Carmen Molinas, paraguaya residente en España, confesó que solo quería estar cerca de quien «traspasó cualquier barrera».
La misa funeral, celebrada en la plaza de San Pedro, reunió a 250.000 fieles. Entre ellos estaba Andrea Ugalde, quien viajó desde Los Ángeles y pasó la noche sin dormir para llegar a primera fila. «Fue una experiencia increíble y humilde»; comentó tras la ceremonia.
Muchos jóvenes peregrinos, sacerdotes y fieles ondeaban banderas y estandartes, mientras otros rezaban en silencio o se sacaban fotos. Gabriela Bracamonte, que viajó desde Argentina, resumió el sentimiento de muchos: «Era un santo en vida» y «vino a hacer una revolución en la Iglesia católica».
