Presidente de Túnez, Beji Caïd Essebsi, muere a los 92 años

El presidente tunecino, Beji Caïd Essebsi falleció la mañana del jueves, día de la República en Túnez, a la edad de 92 años. No se conoce la causa exacta de su muerte, pero tres semanas antes ya estuvo ingresado en el hospital y se informó que su estado era de gravedad. Essebsi tuvo el honor de ser el primer presidente elegido en unos comicios libres de la historia de Túnez, el segundo desde de la Revolución que derrocó al dictador Ben Alí en 2011.

Tras haber ocupado diversos puestos de responsabilidad durante el gobierno de Habib Bourguiba, padre de la independencia, Essebsi fue percibido por buena parte de la población como el estadista experimentado que necesitaba el país para liderar la transición democrática. Sin embargo, su presidencia terminó con un mal sabor de boca, con la sensación que el país apenas avanzó durante su mandato.

De acuerdo con la Constitución, el presidente del Parlamento, Mohamed Ennaceur, ocupará la presidencia de forma interina hasta la celebración de las elecciones.. La Junta Electoral deberá decidir durante las próximas horas si adelanta los comicios presidenciales previstos para el próximo 17 de noviembre. 

 

Nacido en 1926 en el pintoresco pueblo de Sidi Bou Saïd, situado a las afueras de la capital, e hijo de un terrateniente, la juventud de Essebsi estuvo marcada por el inicio de la lucha por la independencia. Con tan solo 15 años ya militaba en las juventudes del partido nacionalista Neo-Dustur de Bourguiba. Como muchos vástagos de la burguesía tradicional del país, estudió su carrera universitaria de Derecho en París.

Poco después de la independencia, y con tan solo 30 años, integró los cenáculos del poder de la mano del autoritario y carismático Bourguiba. Durante los siguientes años pasó por diversos altos cargos: secretario de Estado y luego ministro de Interior, ministro de Defensa, y embajador en París. Tras distanciarse de Bourguiba por su obsesión en centralizar el poder a pesar de su precaria salud, volvió a la primera línea política en 1981 para ocupar la cartera de Exteriores durante cinco años.

Habiéndose mantenido alejado de la política durante la denostada dictadura de Ben Alí, la Revolución le ofreció una nueva oportunidad de asumir cargos de responsabilidad política. Essebsi fue el elegido para pilotar los primeros meses del periodo post-revolicionario gracias a su experiencia política no contaminada por Ben Alí.

 

Fundador de Nidá Tunis

Las primeras elecciones libres a finales de 2011 dieron la victoria a los islamistas de Ennahda, apartándole del poder. Pero solo brevemente. Astuto y calculador, aprovechó la polarización y decepción que enseguida suscitó el Gobierno de la llamada troika para agrupar la oposición laica bajo su liderazgo en torno a un nuevo partido Nidá Tunis. En su seno, desce sindicalistas a hombres de negocio y tecnocrátas vinculados al antiguo régimen con un único cemento: su hostilidad hacia los islamistas y devoción por Essebsi.

El nuevo partido ganó con comodidad las elecciones legislativas y presidenciales de 2014, pero no pudo alcanzar la mayoría absoluta, forzándole a pactar con los antiguos enemigos de Ennahda. Aquella fue la primera de una serie de decisiones que fueron erosionando la popularidad de Essebsi hasta situarla por debajo del 20% al final de su mandato.

Su presidencia ha estado salpicada de tensiones continuas con los dos primeros ministros, Habib Essid y Yousef Chahed a causa de su intervencionismo. Essebsi nunca llegó a aceptar el sistema semi-presidencial establecido en la Constitución, e intentó infructuosamente transformarlo a la práctica en uno de presidencialista. 

Con tantas energías malgastadas en intrigas palaciegas, la economía nunca llegó a despegar, y el malestar de los tunecinos fue acumulándose progresivamente, tan solo liberado de forma cíclica en protestas sociales. La presidencia Essebsi termina con unas instituciones democráticas débiles, y algunas aún por instaurar, como el Tribunal Constitucional, un pobre bagaje para alguien que presumía de ser un hombre de Estado.