Un caso reciente ocurrido en EE.UU. ha encendido las alarmas sobre los peligros del exceso de trabajo y las brechas legales que permiten prácticas laborales abusivas en importantes compañías del país. Un trabajador, cuya identidad se mantiene en reserva, sufrió un colapso físico y mental tras haber laborado 110 horas por semana durante un período prolongado. El incidente, reportado por Infobae el 2 de mayo de 2025, ha generado un fuerte debate en redes sociales; medios y espacios políticos sobre los límites del trabajo y la salud.
Según los informes, el empleado sufrió síntomas severos de agotamiento extremo, incluyendo pérdida de conciencia, deshidratación, trastornos del sueño y ansiedad. Sus jornadas, que alcanzaban más de 15 horas diarias durante seis o siete días a la semana, fueron impuestas por la presión de cumplir con plazos exigentes en una firma de gran renombre, cuyo nombre no ha sido revelado por razones legales.
Este caso ha sido rápidamente relacionado con el fenómeno japonés conocido como karōshi, que se refiere a la muerte por exceso de trabajo, generalmente provocada por infartos o accidentes cerebrovasculares derivados del estrés y la fatiga prolongados. Aunque el término proviene de Asia, los expertos advierten que estas prácticas no son exclusivas de ese continente, y que en EE.UU. se presentan con frecuencia creciente, especialmente en industrias como la tecnología, las finanzas y la logística.

De hecho, estudios recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) han demostrado que trabajar más de 55 horas semanales puede aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares graves, reducir la esperanza de vida y afectar la salud mental. Las cifras indican que más de 745,000 personas mueren cada año en el mundo por causas relacionadas con jornadas laborales excesivas.
Debate en EE.UU. por jornadas laborales excesivas y falta de regulación
En EE.UU., aunque la Ley de Normas Justas de Trabajo (FLSA, por sus siglas en inglés) exige que se pague un recargo por horas extra trabajadas después de las 40 horas semanales; no establece un límite superior para la cantidad de horas que un adulto puede laborar si está dispuesto o presionado a hacerlo. Esta falta de regulación concreta permite que muchos empleadores exijan jornadas extensas, amparados en el pago de horas extra o bajo esquemas de “trabajo voluntario”.
El caso ha provocado indignación entre trabajadores, sindicatos y defensores de derechos laborales; quienes exigen una reforma legal que imponga topes reales a las horas semanales y refuerce los controles de salud ocupacional. “No podemos seguir aceptando que la productividad esté por encima de la vida humana”; señaló un representante del sindicato AFL-CIO.
Mientras tanto, se espera que el caso sirva como catalizador para abrir un debate nacional sobre el equilibrio entre vida y trabajo; y sobre cómo evitar que la ambición empresarial lleve a situaciones que comprometan la salud física y mental de los trabajadores.