Continúa angustia y desesperación de padres de los estudiantes mexicanos

Desde hace 50 días Epifanio duerme de a ratos y come con dificultad. Su hijo Jorge es uno de los 43 estudiantes desaparecidos en México y, como el resto de los padres, está convencido de que fueron secuestrados, no masacrados ni incinerados en un basural.

La fatídica noche del 26 de septiembre, los estudiantes fueron atacados por policías corruptos en Iguala (Guerrero) por orden del alcalde local, que temía que boicotearan un acto político de su esposa hermana de narcotraficantes. Tres alumnos y otras tres personas murieron, al resto lo habrían entregado al cártel Guerreros Unidos.

Los padres anotan, como prueba de las «mentiras oficiales», que en un inicio policías detenidos dijeron que los cuerpos estaban en fosas clandestinas en los alrededores de Iguala. Pero forenses argentinos que trabajan a pedido de los padres ya determinaron que los primeros 24 cadáveres analizados de los 39 extraídos de esos sitios no son de los estudiantes.

El miércoles el gobierno envió al prestigioso laboratorio de la Universidad de Innsbruchk, Austria, restos hallados en el basurero y en el río, pero su extrema calcinación hace muy difícil la extraccion de ADN para la identificación.

Todas las caravanas en repudio a este acto parten de la escuela de Ayotzinapa, un complejo sencillo de muros pintados con rostros del Che y Marx, por su marcada formación socialista. En el centro de su cancha de basquetbol hay un altar de flores y velas; en las paredes, las fotos de los 43; en las aulas, entre los pupitres apilados, colchones y sacos de arroz y frijoles como para una larga espera.

Ayotzinapa, Mexico | AFP