32 años después de la tragedia en Armero, Colombia

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La noche del 13 de noviembre de 1985 el volcán Nevado del Ruiz, ubicado en el límite entre los departamentos de Caldas y Tolima, en Colombia, entró en erupción desencadenando un enorme lahar que enterró por completo a la ciudad de Armero.

Bajo el lodo y los sedimentos del volcán perecieron más de veinte mil personas, en lo que pasaría a la historia como la Tragedia de Armero. Se trató de la segunda erupción volcánica más devastadora del siglo XX, y el cuarto evento volcánico más mortífero desde el siglo XVI. Constituyó además la peor tragedia natural en la historia de Colombia.

Al menos desde finales de 1984, el gobierno colombiano había recibido numerosas advertencias de geólogos y vulcanólogos que alarmaban sobre una erupción inminente.

En los informes los expertos señalaban un peligroso aumento en el nivel de la actividad sísmica próxima al Nevado del Ruiz, actividad de fumarolas, pequeñas erupciones freáticas, y la presencia de depósitos de azufre en la cumbre, todos indicios inequívocos de que la erupción se aproximaba.

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Las autoridades colombianas tampoco reaccionaron ante las evidentes señales que produjo el volcán en septiembre, dos meses antes de la erupción, cuando el contacto del magma con agua produjo explosiones y expulsión notable de cenizas.

La negligencia del Estado colombiano también quedó en evidencia en las tareas de rescate posteriores a la tragedia. Para el momento en el que los rescatistas alcanzaron Armero, doce horas después de la erupción, muchas de las víctimas con heridas graves ya habían muerto.

La fotografía de la joven habitante de la ciudad, Omayra Sánchez atrapada entre escombros, se convirtió en un emblema de la ineficiencia de las autoridades y tuvo difusión a nivel mundial.

Sánchez falleció tras tres días de permanecer inmóvil, por la imposibilidad de los rescatistas de accionar sin las herramientas adecuadas. Una solicitud al gobierno nacional para facilitar una bomba hidráulica que permitiera su rescate nunca fue atendida.

La Tragedia de Mocoa, otro desastre que pudo ser evitado

Durante la noche del 31 de marzo y la madrugada del 1 de abril de 2017 intensas lluvias provocaron los desbordamientos de los ríos Mocoa, Mulato y Sancoyaco, en el departamento del Putumayo (suroeste).

Flujos de lodo arrasaron con todo a su paso destruyendo viviendas y puentes y dejando un saldo superior a 300 muertos y 400 heridos. Además, según cifras oficiales, se registraron 200 desaparecidos y más de 1.000 damnificados

La emergencia sacó nuevamente a la luz la responsabilidad del Estado colombiano, que falló en prevenir el deslizamiento de tierra.

Un informe de agosto de 1989 del antiguo Instituto Colombiano de Hidrología, Meteorología y Adecuación de Tierras (HIMAT) ya advertía al Gobierno de entonces lo que podría pasar si el río Mulato se desbordaba. El informe planteaba las medidas que debían tomarse y el presupuesto de las obras necesarias.

También en 2012, cinco años antes del desastre, otro informe advirtió sobre los peligros que significaría el desborde de los ríos de la zona. El documento que llegó a autoridades departamentales y municipales, indicaba que de presentarse un desbordamiento por lluvias, la avalancha ocurriría en menos de 20 minutos y no daría tiempo para organizar ninguna evacuación masiva.