Allen Iverson y Shaquille O’Neal fueron exaltados el viernes como nuevos miembros del Salón de la Fama del Basquetbol, encabezando una generación de 10 integrantes, incluido el chino Yao Ming.
Iverson trató de contener las lágrimas durante su prolongado discurso, en el que agradeció a John Thompson, ex entrenador de Georgetown, por «salvar» la vida del jugador.
Por su parte, el «Shaq» recordó que, cuando tenía 10 años, su padre predijo que alguna vez llegaría al recinto delos famosos.
«Si conozco bien a mi padre, sé que está allá arriba, discutiendo con Wilt (Chamberlain, el legendario basquetbolista), y diciendo que su hijo es el mejor en este deporte», comentó O’Neal.
En la generación figura también la ex basquetbolista Sheryl Swoopes, el entrenador Tom Izzo y el dueño Jerry Rinsdorf.
Se rindieron honores de manera póstuma a Darrel Garretson, quien fue árbitro de la NBA durante 27 años; John McLendon, primer entrenador afro-estadounidense en una liga profesional; Zelmo Beaty, quien guio a Prarie View a un título de la NAIA en 1962 y brilló en la NBA y en la ABA, así como Cumberland Posey, quien es también miembro del Salón de la Fama del Béisbol.
O’Neal fue un éxito inmediato en la taquilla, debido a su corpulencia impresionante y a las volcadas con las que cimbraba la cesta. Pero exhibió también una personalidad juguetona y comprometida con su equipo.
El viernes, hizo gala de esas virtudes.
Pronunció el último discurso de la noche. Fue una disertación humorística que abordó su larga trayectoria dentro del deporte.
Por momentos, su discurso se tornó serio, como cuando agradeció a sus padres Phil Harrison y Lucille O’Neal por inculcarle la disciplina y actitud que hizo realidad su sueño de destacar en la NBA.
También protagonizó momentos relajados. Agradeció a su ex compañero en los Lakers, Kobe Bryant, por ayudarle a conquistar tres títulos de la NBA.
«Pero también le agradezco por haberme echado del equipo, que me cedió en canje a Miami», declaró, entre risas.
Antes de que el maestro de ceremonias pudiera presentar siquiera a Iverson, el público comenzó a ovacionarlo.
Vestido totalmente de negro, Iverson lanzó besos, y las lágrimas comenzaron a asomar en sus ojos.
«Gracias a Dios por amarme y bendecirme», dijo. «Por ser el hombre que soy y por no tener remordimientos acerca de ello. Soy un hombre amado por mi familia, mis compañeros y mis seguidores».
Sobre Thompson, recordó que, luego de un incidente en la escuela secundaria, ninguna institución lo quería.
«Mi madre fue a Georgetown y le pidió que me diera una oportunidad, y él lo hizo», recalcó.
Consideró que egresó de Georgetown siendo «un jugador más o menos bueno».
«Pero una vez que comencé a escuchar a Larry Brown y a tomar las críticas constructivas, aprendí lo buen entrenador que es… Fue entonces cuando me convertí en el Jugador Más Valioso», resaltó.
Iverson dedicó sus últimos comentarios a su esposa Tawanna.
«Eres lo mejor de mí», le dijo. «Quiero que camines por ahí y estés orgullosa de que tú misma eres integrante del Salón de la Fama».
Yao, de 2,28 metros (siete pies y seis pulgadas), llegó de China a la NBA en 2002 y ayudó de inmediato a que creciera el público internacional de esta liga.
Fue el primero en ingresar formalmente al Salón de la Fama en la ceremonia del viernes. En broma, dijo que ese honor debió haber correspondido a Iverson.
«¿Por qué? Porque yo necesito más práctica que él para mi discurso», dijo el gigante asiático, mientras Iverson y el público reían.