Lo esencial para un buen «mameluco»

Es hora de que los señores entiendan, de una vez por todas, que para nosotras el sexo oral es una deliciosa opción y no un ingrediente ineludible de todas las encamadas, como lo conciben ellos.

También debe quedarles claro que si nuestra boca merodea por sus bajos, no significa que tengan, obligadamente, que devolvernos la atención y que si los sacamos de esos caminos es porque el ‘cunnilingus’ exige sus propios momentos y no los que imponen los señores en medio de su agite sobre la cama.

Lo cierto es que, después de la penetración, el sexo oral es la práctica sexual más común en el mundo, y esta condición impone conocer las técnicas básicas que permiten que este ejercicio se deslice hacia su único objetivo: dar placer y no a agregarle molestias innecesarias.

Aunque la recomendación es general, me atrevo a decir que los que con más facilidad se pierden en la planta baja de la contraparte son ellos, de ahí que vale la pena recordarles algunas cosas que no les pueden faltar en el equipaje la próxima vez que vayan de excursión por esos lares.

La primera regla es que no tiene que llegar directo al sitio, porque la zona necesita adecuarse y ponerse en su punto en términos de irrigación, de disposición y de capacidad para transformar los estímulos en sensaciones gratas. Y esto se logra con los preliminares, con los besos y caricias en las plantas altas e intermedias, con palabras, susurros y el acompañamiento adecuado y delicado de las manos, que deben actuar como avanzada en las áreas aledañas y principal de la visita. Deben tener presente que si llegan sin anunciar, lo más seguro es que la recepción no sea la mejor.

Es claro que la boca, por ser el instrumento principal en esta tarea, también requiere su preparación, y paso por alto lo de la ineludible limpieza para sugerirles que tomar un poco de bebida dulce en los momentos previos hace que la saliva se aumente, se vuelva más fluida y su contenido menos irritante y más compatible con nuestros tejidos, además de que le proporciona a la lengua una suavidad que es una aliada de primer orden.

No sobra decir que esta es una misión delicada y paciente, en la que sobran los cambios de velocidad y los arrebatos. Hay que empezar en orden desde el exterior y dedicándole tiempo suficiente a cada parte que se explora, de tal forma que al llegar al objetivo el gusto esté en la cima y a un paso del orgasmo. Si tienen afán, es mejor que no lo intenten.

Olvídense de los movimientos monótonos de la lengua, que resultan despedidores. Ella puede hacer círculos, ir de arriba abajo, hacia los lados y hacer letras con las que, incluso, pueden escribir lo que se les ocurra mentalmente en ese momento; también pueden modular la presión y la velocidad como el mejor consolador mecánico, así que utilicen todo su potencial.

Y por favor, señores, recuerden que, por más entretenidos que estén en este paseo, no están solos y tienen que aprender a interpretar las reacciones de su pareja. Si ella se arquea y se acerca, es porque las cosas van bien; si se contrae y para el movimiento, quiere decir que tiene que variar el libreto; fíjese bien y sígale el ritmo, sobre todo en esos momentos de excitación plena, cuando una salida en falso puede echar a traste un final de gritos.