Duelo en Orlando tras masacre en club nocturno

La población de Orlando honra a sus muertos luego de que un atacante asesinara a 50 personas, muchos de ellos latinos, en un club gay de la ciudad floridense, que también muestra su determinación de reaccionar ante la tragedia.

En la noche del domingo muchos familiares montaban ansiosas vigilias junto al lecho de sus seres queridos en el hospital regional de Orlando.

Angel Colon salió del lugar agradecido por haber encontrado a su hijo Angel Jr, de 26 años, vivo y en condición estable, pese a haber recibido tres heridas de bala, una de las cuales le perforó una pierna.

Derribado por las balas y con su pierna quebrada, Angel no logró escapar de Pulse, el popular club nocturno que se convirtió en escenario de un sangriento tiroteo poco antes de cerrar en la madrugada del domingo.

Colon dijo que una chica cayó cerca de su hijo y que permanecieron de la mano cuando el atacante se desplazaba por la sala disparando metódicamente sobre la gente que estaba en el piso.

«Luego le disparó a la chica con la que (el hijo) estaba de la mano», relata Colon. «Parece que ella no se salvó».

«Cuando lo ví, lo abracé, le dije en español: Pai, Dios te está dando otra oportunidad».

Más temprano, las autoridades se reunieron con familiares en un hotel y les anunciaron los nombres de quienes habían sido hospitalizados.

Algunos de los que estaban presentes se desplomaron cuando al no oír el nombre de sus allegados, deduciendo que habían muerto en el tiroteo más sangriento de la historia de Estados Unidos.

Paralelamente unas 300 personas se reunieron en la iglesia El Calvario, cerca del centro de Orlando, en homenaje a las víctimas. Al igual que entre las víctimas del ataque, había muchos latinos.

Durante alrededor de una hora rezaron y cantaron himnos con las manos elevadas hacia el cielo, mientras que afuera una lluvia pesada caía sobre la ciudad.

Miles de donantes de sangre

Pero la lluvia no ahuyentó a los muchos voluntarios que hicieron fila para donar sangre en puestos de donación que fueron montados en distintos puntos de la ciudad.

«En el puesto central había miles de personas», relató Sonia Drudge que por primera vez en su vida fue a donar sangre.

«Vine a las 11. Tuve una espera de cinco horas. Nunca vi algo parecido», dijo.

«Mi hermana es homosexual y tengo muchos familiares en la comunidad gay y lesbiana y siento que tengo un deber de hacer esto por mi gente», explicó Drudge.

Claudia Santesimo, una habitual de Pulse que esperó tres horas para donar sangre no lograba caer en la cuenta de lo ocurrido.

«Uno se puede imaginar que golpeen a alguien en un estacionamiento pero no un ataque«, contempló.

A Drudge, sin embargo, no le sorprendió. Orlando es una ciudad que atrae a 62 millones de turistas por año con sus parques de diversiones y otras atracciones y hace tiempo que es considerado un blanco para terroristas.

«Sabemos que somos ‘ground zero’, que estamos primeros en la lista de ataques terroristas, por ser quienes somos. Esto es Orlando, es el lugar más alegre del mundo. Lo estaba esperando», aseguró Drudge.

Para los habitantes de Orlando, la proliferación de armas es una preocupación más grande que los yihadistas.

«Estoy harto de las oraciones silenciosas», reaccionó Corrine Brown, legisladora de Orlando en la Cámara de Representantes por el Partido Demócrata.

«Tenemos que hacer algo con las armas en Estados Unidos. Nadie debería poder matar a 50 personas así no más», comentó a la AFP.

«Está fuera de control. Las armas que tiene la gente no las usan para cazar, no las usan para protegerse, sino para matar a otras personas».

Pocas horas después de la matanza y a pesar la gran cantidad de muertos, en Orlando muchos ya hablan de recuperarse de esta tragedia.

«Somos una comunidad resistente, un estado resistente, una nación resistente», afirmó Rick Scott, el gobernador republicano de Florida, ante las personas reunidas en la iglesia El Calvario.

«Esto es avasallante pero no detendrá el amor que existe en Orlando. Amamos a nuestra comunidad LGBT», aseguró Kathleen Gordon, vicetitular de un consejo escolar de la ciudad.

«No pueden detenernos».